La nueva edad de oro del tradicionalismo: la extrema derecha y Rusia

La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania ha arrojado luz sobre el entramado de vínculos entre individuos (y políticos) influyentes en Rusia, Europa y Estados Unidos. Esto no sólo implica a los oligarcas y a las tácticas de manipulación de la energía, sino también la relación especial de Rusia con la extrema derecha en todo el mundo

El dinero hace girar al mundo

Uno de los vínculos más importantes que unen a Rusia con la extrema derecha se refiere al movimiento de capitales, que s notoriamente difícil de rastrear. En este caso, el ejemplo más evidente es la concesión de un préstamo ruso al Rassemblement National (antiguo Frente Nacional) de Francia por valor de varios millones de euros, aunque la transferencia no fue organizada por agentes estatales sino por un banco privado. Sin embargo, el propio partido político de Putin, Rusia Unida, también ha tenido en el pasado vínculos con personas como el Partido de la Libertad de Austria, de extrema derecha, el populista Geert Wilders en los Países Bajos y el partido de derecha Lega Nord de Matteo Salvini. También ha colaborado con algunos partidos conservadores, como la CDU y la CSU alemanas. La mayoría de estos acuerdos fueron organizados por Andrey Isayev, un importante funcionario de Rusia Unida. Igualmente, hay pruebas de la existencia de redes -aunque vinculadas indirectamente- fuera del parlamento ruso. Por ejemplo, una red de "institutos culturales" rusos ha crecido en toda Europa, cuyos comités incluyen a miembros de la extrema derecha. Las listas de los miembros de los comités han desaparecido de Internet, por lo que ahora es imposible saber con certeza quién tenía o tiene un puesto (presumiblemente remunerado) y en qué organismo. La oficina principal de uno de ellos, el Instituto Suvorov, se encuentra en Viena. Su secretario general es Alexander Markovics, que fue miembro fundador y actor central del Identitäre Bewegung Österreich (Movimiento Identitario de Austria), un grupo de extrema derecha Neue Rechte (Nueva Derecha) formado en 2012. No está claro cómo se gestiona financieramente el instituto, pero la organización muestra con orgullo imágenes y premios de Vladimir Putin. 

Aleksandr Dugin y el fascismo ruso

Markovics también trabaja como traductor de Aleksandr Dugin, un filósofo político ruso conocido por sus opiniones fascistas. Sin embargo, sus traducciones no se basan en los textos originales en ruso, sino en traducciones al inglés. La ideología política del traductor es claramente más importante que sus habilidades lingüísticas. Uno de los puntos de venta que publica las traducciones al alemán de Markovics es Arktos Media, una empresa especializada en autores de la Nueva Derecha. Así, todo se mantiene dentro de las redes establecidas. La Cuarta Teoría Política de Dugin se convirtió en una obra filosófica fundamental en el movimiento internacional y transnacional del fascismo organizado. Plantea la teoría de que todas las ideologías políticas -con excepción del liberalismo- han sido derrotadas y que todos los opositores al liberalismo deben unir sus fuerzas. Sin embargo, deben hacerlo dentro de los límites de un orden social claramente autoritario, es decir, el tradicionalismo. En otras palabras, un orden social tradicionalista diseñado en torno a una rígida jerarquía social. En este sentido, Dugin se inspira especialmente en el sistema de castas de la India, un país que sigue siendo, junto con Rusia, un bastión del tradicionalismo frente al liberalismo occidental en lo que respecta a la estratificación social. Un orden social claro que ve a la sociedad dividida en grupos de estatus separados se contrapone a una sociedad liberal diversa, que establece límites en cuanto al género y la sexualidad (también respecto a la movilidad de clase), pero que debe ser contenida. Aquí toma forma el concepto fascista de decadencia.

La teoría de Dugin transforma la ideología fascista tradicional de dos maneras distintas. En primer lugar, la ideología ya no es local, sino global; y, en segundo lugar, ya no se trata de una cuestión de Estados nacionales individuales -o incluso de continentes individuales o regiones culturales- que luchan entre sí, sino de una batalla ideológica entre el liberalismo y el tradicionalismo. En esta batalla, Rusia se presenta como un bastión del tradicionalismo. Sin embargo, esto también significa que los grupos de extrema derecha dedicados a esta ideología piensan de forma global y, por tanto, a veces entran en conflicto con sus propios Estados nacionales. El campo de batalla ya no es sólo el propio país, sino el mundo entero. Y el enemigo son las democracias occidentales, que se presentan como contaminadas por la ideología liberal. Mucho de esto se juega en el ámbito de las guerras culturales, que se centran en cuestiones como el feminismo, la homosexualidad o la transexualidad. O la pedagogía antirracista y otras muchas cuestiones. Cada uno de estos temas, e incluso los más pequeños avances sociales, se interpretan como prueba de la decadencia y de una élite desconectada de la realidad. Aquí se mete en el mismo saco a los liberales y a la izquierda. Las fuerzas más tradicionalistas (es decir, fascistas) operan en la clandestinidad y serían la última esperanza de la sociedad. El statu quo debe ser desafiado tanto desde dentro como desde fuera por una alianza antiliberal que pueda hacer caer el sistema.

Una edad de oro

Al igual que el ex estratega jefe de Trump e ideólogo de la alt-right, Steve Bannon, Dugin se inspira en el pensador fascista y ocultista Julius Evola. El objetivo es anunciar una nueva edad de oro. Tanto Bannon como Dugin sostienen una visión del mundo no lineal sino cíclica, según la cual nos encontramos actualmente en el Kali Yuga, o "la era de las tinieblas". Ésta debe superarse acelerando las crisis actuales y provocando una batalla final apocalíptica de la que surgirá una nueva edad de oro. Este razonamiento atrae a las fuerzas religiosas y esotéricas. El objetivo de la “pinza” creada por un Estados Unidos dirigido por Trump y una Rusia dirigida por Putin era forzar este juego final apocalíptico y liberar al mundo del "liberalismo", un término que en realidad se utiliza para significar "posmodernismo" en este contexto. (Y, de hecho, "posmodernismo" se utiliza como un cajón de sastre para los logros de la Modernidad). Revolt Against the Modern World (“Revuelta contra el mundo moderno”) fue una de las obras más influyentes de Evola. En ella, el autor pide el fin del modernismo para que renazca la edad de oro. Evola fue uno de los pensadores más influyentes del fascismo italiano. En un siniestro paralelismo , Dugin y Bannon se han convertido ahora en los principales intelectuales del fascismo del siglo XXI.

Divisiones

Sin embargo, no todo está tan claro como parece, aunque amplios sectores de la extrema derecha hayan adoptado opiniones tradicionalistas. La guerra contra Ucrania también ha creado grandes divisiones entre los miembros de la extrema derecha. Esto se debe a que un número considerable de ellos siente lealtad hacia Ucrania: en su visión fascista del mundo, Ucrania es el último bastión de una Europa blanca que debe ser defendida. Un anticomunismo profundamente arraigado significa que estos grupos (aquí me refiero principalmente a los neonazis, pero también a muchos de los de la Nueva Derecha) siguen viendo a Rusia como un enemigo comunista al que hay que combatir. Putin es visto como el sucesor de Stalin y Rusia como la nueva Unión Soviética; la lógica neonazi dicta que Rusia debe ser derrotada. Desde 2014, la cooperación entre nazis y fascistas europeos y ucranianos se ha intensificado, lo que ha planteado un dilema, especialmente para los sectores de la Nueva Derecha, ya que la escena está ahora dividida. Algunos actores clave, como el antiguo líder del movimiento identitario austriaco, Martin Sellner, intentan apaciguar a ambos bandos y encontrar el punto medio. En caso de duda, pueden recurrir a su táctica habitual de afirmar que todo es una gran conspiración y que la culpa es de otro, ya sea de la OTAN o del multimillonario liberal George Soros.

Mientras una parte de la extrema derecha cree que Rusia les está llevando a una batalla final con Occidente, otro grupo (aunque más pequeño) se está preparando para defender a Europa contra exactamente la misma nación. En cualquier caso, Rusia decidirá el futuro de la extrema derecha.